Es la desgarradora situación que padecemos. El charco de sangre que inunda los diarios y las banquetas. Este temblor constante de la juventud arrojada al vacío.
Los domingos insoportables. Las estúpidas ansias de fumar. Este caminar buscante. La semanas como condenas. Los días como desafíos. Los ratos como cachos de asfixia perturbación. Como rata que va de putas. Como caracol extraviado contento a pesar de todo. Como labio veloz en el beso de la cachetada. Como suciedad pura. Como casta carroña. Como pulpa de lo inaudible.
Es la metralla del sinsentido. La aniquilacion de pequeñas ilusiones. El impulso de miles de almas atrofiadas de plomo bestia. De rincón viviente. De sustancia apestosa y mortífera. De torpe atar de manos. De bocas calladas a fuerza de violentas invenciones.
Es el disparate general. La antología del desastre. La burla del prepotente sobre las ligeras aves del encabronamiento. Sobre las explosivas charlas pasajeras de peatón. Es la ambición vil. El choque de cuentas bancarias. Mortificaciones de millonarios. Ajustes siniestros de intenciones borradas del mapa de la convivencia y el reír. Ajustes asesinos de arma en mano y santo en pecho. De bala en coche y bomba en moto. De granada en el bolso del pantalón.
Es el ruin intercambio de contemplación por muerte. El espasmo sorprendido de agresión. La cabeza cercenada ya sin músicas ni poemas. Las cuerdas flojas de una escalera cotidiana. Tambaleante andar de helicóptero. Sirenas urbanas. Tercos fierros, sobrepuestos al concreto. Mierda untada en el pan de la tarde. Leche de sangre en el ayuno general del pueblo arrastrado.
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