comienzos y azar




Empecè a escribir en la preparatoria. Fue en esos años que tuve mis primeros someros acercamientos con algunos fanzines. Como tocaba en una banda de hardcore era frecuente encontrarse con pequeñas y singulares ediciones fotocopidas sobre temas feministas, anarquistas, libertarios, y también de poesía. 

En una ocasión, durante una semana cultural en la prepa, invitaron a la banda en la que tocaba la guitarra a clausurar con una tocada el evento. Nos ofrecieron la oportunidad de invitar a otras bandas afines y fue asì que la tocada se armó muy chida. En los momentos màs àlgidos de la tocada hubo algun@s que se subieron a la tarima que se habìa montado como escenario y ahí arriba frente al público eufórico se desnudaron, reían, daban tragos a una lata que cubrìan con una bolsa de papel y fumaban marihuana. Fueron como cinco o seis los que en tono provocativo para los maestros y las “autoridades” de la prepa se movían enseñando las tetas, el culo, ... recuerdo uno que al tiempo que daba vueltas por encima de su cabeza a una playera se agitaba al ritmo, su contoneo era entre improvisado y torpe. 

La tocada fue un èxito visto desde el lado de los alumnos y las bandas. Y un error para el comitè organizador. De cualquier modo lo que sucedió fue que un maestro que fungía como editor de una publicación “cultural” de la preparatoria, me invitó a colaborar con un texto sobre la tocada. La neta no recuerdo qué escribí pero a vari@s les gustò. Entonces unos cuantos me conocìan después de la tocada y el texto aparecido en la revista. Resulta que de cierta manera estaba sucediendo algo inaudito. 

Tenía entonces el pelo largo y vestía siempre de bermudas sin calcetines y una playera negra casi siempre. Me cotorreaba con los prefectos, uno que otro maestro alucinado, y con el editor de la revistilla quien al gustarle el texto que le había enviado me invitò a formar parte del equipo que trabaja en el departamento editorial. Despuès de todo no durè mucho ahí. Como era alumno por las mañanas y corrector y colaborador permante en el “consejo” por las tardes, en varias ocasiones me soprendieron bebiendo cerveza adentro de la oficina lo que redundó en mi irremediable despido. 

Pero algo en mí había cambiado. Seguí escribiendo. Pese a todo le enseñaba mis textos al editor, al cual al principio no le guardaba ningún resentimiento y cuya incómoda situación me prometí olvidar luego que la última vez que nos vimos le aventè el cafè en la cara, eso, en medio de la cafetería. 

Ahora, mientras escribo esto, me da mucha risa toda esa època. Después de todo, fue en esos tiempos que descubrí muchas cosas y experimenté por primera vez otras tantas. Fue en ese entonces que empecè a escribir.  Ahora me vienen a la mente estos comienzos, los inicios de este garabateo que sigue y sigue sin saber por qué ni a dònde va ni lo que viene. A veces creo que un extraño azar rige estas cosas. 

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