invitación al lodo

Somos el son en el entierro de las costumbres. Somos la acción vertida en la carne. Somos la sabia humana. La sonrisa rosa. La rebanada de piel. Eso que se nos embarra. Esa cucharada de algo que tomamos para seguir. Somos nosotrxs.

Encarnizada búsqueda de suspiros. De gajos de sustancia vital. Arrebatados locos en la danza de la noche hecha braza. Cosquilleo de lo invisible. Nave recién parida en el lecho de la caricia. Palabra lanzada al pozo que vuela. Desde la levedad. Desde el eco. Ya no sé cómo decir que sigamos.

Que te modifiques conmigo. Que te encharques también en el lodo azul de los días. En este humo que volamos. Descarado yo que adoro. Restiro el verso de nuestros brazos, las líneas de letras en que me extiendo. Es el ritmo de decir sigamos. Sólo por escribir con la ampolla de los dedos. Con las cascaritas de la garganta. Sólo para escribir con el hocico torcido de reír. Con el cigarro torpe en la mano araña, en la palma de una mujer nube.

A dónde iremos a dar con todo esto de juntar los labios. Con esto de decir sigamos. Cómo nombrar mi sentimiento mineral, mi rapsodia visceral. Este ladrido que me empuja a la poesía atroz que escupo. Este tejer de letras y figurillas magas. Este latido de aire. Este éste.

La consigna de la alegría itinerante. La cacariza risa. La larga largatija de los caminos por cruzar que cruzamos. Luego los charcos y los postes de luz. La flor y la espina en la rata, la mariposa sobre el paso de los meses.

A dónde ir. Llevamos tabaco y vemos la esperanza en un chicle embarrado en la rama de un árbol, en una moneda antigua pegada en la banqueta, en las huellas borroneadas de una suela de zapato.

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