informe desde la ciudad del plomo


En qué mierda se ha convertido esta ciudad, la encuentro tan atroz como las balas que arropan las paredes, como la sangre que escurre bajo las alcantarillas que poco a poco sepultan las esperanzas de los de a pie. Aquellos que nos hinchamos las gargantas y pupilas de tanto andar con las ganas puestas de ser alguien. Aquí. Donde la amenaza nos perpetra. Donde un guiño corre el riesgo de malinterpretarse y recibir plomo en lugar de risas.


Qué mierda de ciudad te motiva a lanzar las bombas. Qué placer encuentras en matarnos. En achicarnos poco a poco. En atrofiar lo que nos queda de juventud. Caminar se ha vuelto ya un desafío. Donde todos somos policías y criminales la embriaguez se ha vuelto la actitud más honesta. La risotada es aquí el gesto más loable.

Habrá que inventar formas de afrontar la violencia sin morirse en el intento. Escribo esto trás un asalto fallido en mi contra. Llevo en la ciudad apenas treinta horas. Mis nervios ya se despellejan. Se acumula todo mi coraje, más por esos criminales que se aprovechan de los ciudadanos de a pie, por esos que se valen de la situación para lacerar más la esperanza nuestra; la de quienes aún caminamos a riesgo de dejar una silueta más de gis torcida sobre el asfalto; a riesgo de adornar más las avenidas de banderillas cuentabalas. Habrá que ingeniárselas para seguir viviendo pese a las amenzas. Pese a habitar en un territorio de guerra en el que todos hemos perdido ya. Como dijo una amiga, “todos estamos culeados”.


Sonreír se vuelve una dificultad. Nos sobra temor. Estamos aprendiendo algunas cosillas después de todo. Nos estamos armando de valor. Porque no podemos vivir así, no queremos vivir así. A nadie le gusta cohabitar con asesinos, asaltantes y policías malintencionados. Este pedo va a explotar, de eso estoy seguro.

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