a Roberto, Diego, Daniela, y por qué no? también a Chuy
"El marchar a contra corriente como principio moral es legítimo y en muchos casos necesario, sobre todo cuando se vive en un campo de batalla y hay que mantenerse alerta".
G.F.
A veces un arrebato
puede volcarlo todo por rumbos imprevistos. Como sucede cuando
recibes una cachetada, o cuando extrañas sustancias adheridas a la
propia piel se disipan más allá de tu voluntad. Todo lo vivido se
viene abajo dejando a uno perplejo, incapaz de resolverse
razonablemente, rebasado por impulsos desesperados. La conciencia
toma forma de plastilina y ahí estás tú en medio de tus fantasmas
y tu imposibilidad de comportarte como esperaban. Para tales
desenfrenos que chocan con la normalidad, raras veces existe el
perdón así nomás porque sí. Las más de las veces viene un implícito castigo que
lacera por dentro con un silencio tormentoso. No sé por qué, pero
así sucede. El desprestigio, la mofa, la ignominia, aparecen para
poner orden a las cosas; vano mecanismo para contener todo aquello
que atenta contra un orden másomenos previsible. En una sociedad
donde se aprecia más la cordura y la moderación, todo exceso
provoca un incómodo resquemor que sutilmente se despliega contra
todos aquellos a quienes dedico este texto: los desequilibrados.
Qué es el equilibrio, sino una mentira. Qué es el orden, sino una imposición arbitraria para mantener un cierto estado de cosas. Ambos, orden y equilibrio, más que algo dado funcionan como una aspiración, como algo deseado, como un requisito previo para que las cosas vayan con armonía. Por eso, ante cualquier atrevimiento que amenace esta armonía inventada, viene la sanción, la censura, y en casos más extremos, la exclusión, o bien, la reclusión en algún centro diseñado para esos fines meramente represivos.
No soy sociólogo ni intento aquí un análisis ni una reflexión profunda, soy un peatón que a ratos siento no encajar; y para inyectarle emoción a la monotonía y a los lineamientos más aceptados me veo tentado a cometer una que otra fechoría sólo para otorgarme a mí mismo ese placer por la transgresión, ese gusto por volcar, así sea por unos segundos, lo que a ojos de las convenciones se nos impone como norma, como regla.
Yo sostengo que el desequilibrio es necesario para crecer. Además es más divertido, más espontáneo, más irregular. Es más, sostengo que los desequilibrados son la única esperanza contra el aburrimiento y el hastío. Todos necesitamos una dosis de desequilibrio para ser felices, para seguir viviendo. He conocido personas tan sanas y correctas que terminan por caerme mal. Tanta precisión, tanto esmero en que las cosas vayan de la mejor manera me parece tan falto de chispa, de ingenio, de singularidad y atrevimiento. Aprecio mucho más el descaro, el disparate, la broma y la risotada, para hacerle cara a la vida. Pero estas cosas no siempre se entienden y mucha gente necesita de entender para encontrarle un sentido a las cosas. Yo, por mi parte, no entiendo nada. En el mejor de los casos, unas pocas cosas que me permiten inventarme o, mejor dicho, reinventarme, a cada rato.
Qué es el equilibrio, sino una mentira. Qué es el orden, sino una imposición arbitraria para mantener un cierto estado de cosas. Ambos, orden y equilibrio, más que algo dado funcionan como una aspiración, como algo deseado, como un requisito previo para que las cosas vayan con armonía. Por eso, ante cualquier atrevimiento que amenace esta armonía inventada, viene la sanción, la censura, y en casos más extremos, la exclusión, o bien, la reclusión en algún centro diseñado para esos fines meramente represivos.
No soy sociólogo ni intento aquí un análisis ni una reflexión profunda, soy un peatón que a ratos siento no encajar; y para inyectarle emoción a la monotonía y a los lineamientos más aceptados me veo tentado a cometer una que otra fechoría sólo para otorgarme a mí mismo ese placer por la transgresión, ese gusto por volcar, así sea por unos segundos, lo que a ojos de las convenciones se nos impone como norma, como regla.
Yo sostengo que el desequilibrio es necesario para crecer. Además es más divertido, más espontáneo, más irregular. Es más, sostengo que los desequilibrados son la única esperanza contra el aburrimiento y el hastío. Todos necesitamos una dosis de desequilibrio para ser felices, para seguir viviendo. He conocido personas tan sanas y correctas que terminan por caerme mal. Tanta precisión, tanto esmero en que las cosas vayan de la mejor manera me parece tan falto de chispa, de ingenio, de singularidad y atrevimiento. Aprecio mucho más el descaro, el disparate, la broma y la risotada, para hacerle cara a la vida. Pero estas cosas no siempre se entienden y mucha gente necesita de entender para encontrarle un sentido a las cosas. Yo, por mi parte, no entiendo nada. En el mejor de los casos, unas pocas cosas que me permiten inventarme o, mejor dicho, reinventarme, a cada rato.
Entonces? Nada.
Escribo para mitigar este impulso ciego, esta queja contra mi ciudad
y sus habitantes más sensatos, más honorables. Yo, me ubico del
otro lado, estoy con esos que tienen la voz rasposa, aguardentosa,
con esos que para muchxs son el moco en el atole. Estoy con los
desplazados, con los que a causa de su comportamiento no han podido,
no han querido, ser parte de este juego truculento, de este gran
engaño que mueve millones de almas potencialmente capaces de hacer
este paso por la vida algo más divertido que todo lo que hasta ahora
hemos creído y seguido tontamente. Punto.
A
dónde iba?
Adónde voy?
Ya. Hace
unos días
cuando recién
llegué a
esta ciudad,
una madrugada
me desperté
de pronto,
aún no
estoy seguro
si fue
un sueño
o fue
algo que
me sucedió
en la
“realidad”
, pero
lo que
sucedió fue
que me
ví gritando
en la
oscuridad en
medio de
una habitación
que en
ese momento
no reconocía,
me ví
gritando,
gritaba: “¿en
dónde estoy?
En dónde
estoy?“ Fue
una sensación
extraña que
duró sólo
unos segundos
pero me
sorprendía la
gravedad de
mis palabras
en ese
estado
semiconciente o
semiinconciente,
en ese
momento nada
me permitía
ubicarme, no
pude más
que lanzar
gritos, al
día siguiente
seguía
pensando:
“¿dónde
estoy? Dónde
estoy?” Me
daba cuenta
que es
frecuente
preguntar algo
así como
“oiga,
disculpe, por
dónde se
llega a
esta
dirección?”,
o, “¿dónde
está equis
lugar?”,
pero nunca
nadie pregunta,
o casi
nunca: “¿dónde
estoy?” Acaso
quien se
ve en
semejante
situación de
preguntar “¿en
dónde estoy
?” es
alguien
totalmente
ajeno al
sitio, alguien
que desconoce
por completo
el lugar
donde se
encuentra
parado y
pregunta:
“¿dónde
estoy?”.
La pregunta
no es:
dónde
estás,
lo cual
sería más
razonable, más
entendible, no,
la pregunta
era, es,
“¿dónde
estoy?”.
El desequilibrado
no se toma tan en serio el lugar desde donde acciona, más bien, el
lugar que le ha tocado en suerte o el lugar a donde sus pasos lo han
llevado. El desequilibrado lo es en todo lugar, incluso en los
nolugares. El desequilibrado vive una tensión constante que le
impulsa tanto a concretar alguna idea como a disiparse en inútiles
caminatas, por ejemplo. Desequilibrados hay de infinitos tipos,
todos, son una amenaza vistos desde el orden imperante. Los primeros
en padecer las consecuencias de conductas errantes o aberrantes,
llámesele como sea, es la propia familia del desequilibrado. Por lo
tanto, la familia se vuelve sin quererlo la principal batalla por
librar; son los familiares los vigilantes más cercanos que se
precian de ser los salvaguardas de lo que pueda quedar aún de
sensatez, son los familiares los primeros en enviar al desequilibrado
en cuestión a un lugar donde sus actos no sean efectivamente un
riesgo para el curso normal de las aspiraciones y las ilusiones
familiares, mismas que, en mayor o menor medida, son fiel reflejo de
los valores imperantes en La Sociedad. De cualquier manera, a pesar
de su muchas veces impuesto encerramiento o aislamiento, el
desequilibrado no cambia gran cosa. El desequilibrado tiene otra
óptica divergente, disidente, aún no comprendida, acaso una oṕtica
incomprensible porque no es la razón su motor primero sino la
emoción. Y la emoción carcome o alimenta por dentro, más allá del
entorno físico y más allá de todo las razones que puedan
presentarse como medidas para encauzar un ánimo loco, desbordado,
nihilista, necio, hedonista, cínico y descarado, según al capricho
venga en gana, según sea el arrebato o la precipitada resolución a
que dé pie, cabe añadir, de forma inesperada, extravagante,
inusual.
Por otra parte
están los amigxs del desequilibrado, si es que tiene amistades, las
cuales tanto en estos tiempos como en toda la historia de la
humanidad es de lo más valioso que una persona pueda tener
verdaderamente. Los amigxs pueden compartir un cacho de locura, un
trazo de adrenalina y desasosiego, más también ocurre que se toman
el rol de orientadores pero al menos lo hacen de una manera más
amena y sin tanto sermón, sea como sea, son testigos de una
trayectoria zigzageante y hay quienes mejor se desafanan, siguen en
sus cosas y poco a poco se van separando del desequilibrado que
tantas incómodas situaciones puede hacer pasar a más de unx en las
reuniones más ordinarias.
Después de todo, el
desequilibrado, muy a su pesar, encuentra
motivos a los cuales entregarse con un
encabronamiento alimentado por su propia incapacidad para conciliarse
con el curso regular y esperado de los acontecimientos de los cuales
es causa, efecto y circunstancia. Sea una relación pasajera, sea un
amor no correspondido, sea una bagatela o una estupidez, el
desequilibrado pese a su no creencia en una trascendencia da lo mejor
de sí muy a su manera, es decir, a la manera de los locos que creen
hallar mariposas en las cuevas.
El desequilibrado
es como una especie de víctima afectada
por su propia época y su entorno más inmediato. A veces, sin embargo, paradójicamente, cuenta con una
mínima, casi nula, admiración de unx que otrx; y con una amplia y extendida mala fama que le
preserva de cualquier vana pretensión de éxito dentro de los
estándares que rigen y mueven los hilos de sus contemporáneos.
Para decirlo de
otra manera: el desequilibrado ha dejado de creer en la plenitud,
descree de la realización personal y de cualquier logro que tenga
como referencia un beneficio para la sociedad. Pese a esto, el
desequilibrado muy en el fondo cree hallarse en sintonía con un algo
desconocido a lo cual se encomienda como un alma se encomienda a un
demonio cuyos designios desconoce. Heaaa.
No es de sorprender
entonces que el desequilibrio sea considerado en nuestras sociedades
como un trastorno, un desajuste, un descontrol. Un espíritu
desequilibrado es en todo momento un peligro y una amenaza. De ahí
deviene su poder subversivo, su inalienable y singular facultad para
trastocar cualquier esquema, cualquier orden establecido, cualquier
intento por sistematizar o dar forma a algo que no la tiene por si
mismo sino a base de una fuerza exterior cuyos intereses nada o poco
tienen que ver en resumidas cuentas con la libertad, la felicidad y
el placer, verdaderas causas y motores de vida que desde su trinchera
cada desequilibrado, muy a su manera y de mil modos contradictorios
entre sí, pretende, conciente o inconcientemente, reivindicar con
sus gestos y sus acciones. Salud.
Una comunidad de
desequilibrados, dado el carácter irreductible de cada
desequilibrio, es, en mi opinión, imposible; pero es algo que deseo.
Armar todxs juntxs un grandioso escándalo y mearse encima de los
escritorios y las ventanillas oficiales. Los desequilibrados vamos
solos las más de las veces, somos inconstantes y dispersos, pero en
algún lugar nos toparemos y ay de aquél que se interponga con un
afán de normalizar las mil y un variantes de la locura. Allá vamos
los desequilibrados, en un loco afán por atrapar un algo escapadizo,
una utopía no escrita aún, allá vamos vestidos de mil formas con
todos los rostros de la diferencia, con todas las vertientes que
tienen los caprichos y los azares, los impulsos y las bofetadas,
quién se atreverá a ponernos el alto, de qué manera, todo el
espacio no es suficiente para encerrar las ganas de desasosiego, ni
muros ni camisas de fuerza nos aislarán nunca porque somos
inasibles como una fragancia, tóxica y corrosiva en el bonito y
dulce aire de nuestros tiernos y bienaventurados días. Quién se
suma a esta revuelta?
1 comentario:
Me uno a la causa yo ya habia perdido la esperanza de que nuestra especie siguiera existiendo, tu correo llego a tiempo.
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